Los delitos y la química forense

Los delitos y la química forense

Introducción

Para mí, los estudios forenses y en concreto la química forense, siempre me ha despertado curiosidad, incluso antes de empezar a estudiar Química en la UNED. Es por eso que tenía ganas de escribir (todo lo resumidamente posible) el impacto de esta ciencia a lo largo de la historia de la humanidad, y cómo ha ayudado enormemente a resolver en este caso crímenes, pero podría aplicarse también a otros conflictos humanos, temas legales, de autenticidad de documentos, entre otros. Es por ello que la finalidad de este post es establecer la relación entre los delitos y la química forense.

He intentado hacer una breve introducción de algunos de los tipos de estudios forenses más significativos, explicados desde la química, contando un caso curioso donde su aplicación supuso el conocimiento de la verdad de lo ocurrido. Debe ser por esto que resulta siempre tan apasionante esta ciencia: el saber que de su aplicación, en muchos casos, puede impartirse justicia en un acto delictivo que de otra forma no hubiera podido ser resuelto. 

Y sobre todo, después de escribirlo, hay algo innegable y es que gracias a los avances científicos actuales se ha podido impartir justicia cuando antes era impensable. No os cuento más, si queréis saber por qué, os invito a seguir leyendo.

Estudio de los venenos

Caso Lafarge (1840) y Marie Besnard (1949)

La toxicología forense es la ciencia que estudia el mecanismo de acción sobre el organismo de los venenos. Antiguamente, era muy complicado demostrar si alguien había muerto envenenado o por una enfermedad común. Por ello los venenos, en concreto el arsénico, era lo más utilizado si se quería realizar una muerte ‘sin rastro’, pero no solía actuar rápidamente. Por el contrario, las víctimas solían sufrir largos períodos de tiempo hasta que finalmente perecían. 

Uno de los primeros casos documentados de intento de asesinato mediante el método de los venenos fue el caso Lafarge (1840), donde la señora Lafarge fue acusada de envenenar con arsénico a su marido; tras realizar el reciente inventado ensayo de Marsh para identificar arsénico en vísceras y alimentos, hubo defensores y detractores de su culpabilidad, ya que hicieron la prueba 4 veces dando diferentes resultados cada vez. Aun asi, las autoridades dictaminaron que era culpable al haber encontrado arsénico en uno de los ensayos. 

Madame Lafarge (1840)

Más adelante, en 1949, Marie Besnard en París fue acusada de envenenar a 13 miembros de su familia; en este caso, sí se encontraron cantidades considerables de arsénico ingerido en los cuerpos mediante una prueba más moderna utilizada en otras cocasiones. Aun así, nadie la vio comprar arsénico ni administrarlo, no había pruebas directas de la autoría de los crímenes, aunque sí un móvil, el dinero familiar. Marie había acumulado la riqueza de todos sus familiares debido a sus muertes. Después de tres juicios, se llegó al dictamen de que Marie era inocente, ya que hubo bastantes negligencias por parte de los investigadores de la época, a los que acusaron de perder muestras y manipularlas antes de la identificación en el laboratorio. 

Estudio del ADN

Caso Stephanie Isaacson (1989)

Esta técnica es la más reciente en cuanto a su aplicación en la identificación, ya que data del año 1985. Paralelamente al desarrollo de la biología molecular, las técnicas de investigación del ADN han ido cambiando con el tiempo. Al principio, se utilizaban en el estudio las denominados tándems largos, que son secuencias largas de nucleótidos presentes en el ADN que se repiten en tándem muchas veces. Esta técnica da buenos resultados, pero presentaba los inconvenientes de ser de muy lenta ejecución y sobre todo de requerir de gran cantidad de muestra de ADN, que no siempre es posible recopilar.

Gracias a los continuos estudios en esta disciplina y en el ADN, se descubrieron los tándems cortos, que son bloques de nucleótidos que se repiten pero son de menor tamaño, requiriendo menor cantidad de muestra para encontrarlos. Fue entonces cuando se descubrió la hoy conocida técnica de PCR (reacción en cadena de la polimerasa, en castellano) la cual amplifica la cadena de ADN millones de veces en poco tiempo. Esto supuso una gran ventaja, ya que al aplicar la PCR a estos tándems cortos, disponiendo de poca muestra de ADN el conjunto de bases se podía amplificar y posteriormente identificar mediante electroforesis en gel, en la cual estos fragmentos de bases migran a través de una placa de gel separándose a distancias inversas a su tamaño. 

Otra de las grandes ventajas de la identificación mediante el ADN es, además de que hoy en día se requiere una cantidad ínfima de muestra, es que es posible extraerlo de diferentes fluidos corporales tales como saliva, sangre, semen, sudor, tejidos o pelo. 

En el caso de Stephanie Isaacson, se trataba de una joven de 14 años que fue asesinada en Las Vegas; fue agredida sexualmente y estrangulada. Como prueba, solo tenían una pequeña muestra de ADN que habían conseguido encontrar en su camiseta. Debido al año en que se encontró a Stephanie (1989), fue imposible cotejar esta muestra con las que tenían archivadas, debido a que apenas había muestras en aquel entonces para poder encontrar coincidencias. La genética forense estaba aún en pañales.

Además, al ser una cantidad tan ínfima, tampoco en 1989 se pudo construir un perfil genético, lo cual sí han podido hacer en el 2021 con los avances en ingeniería genética actuales. Finalmente, gracias a este perfil genético se ha podido identificar a un primo del sospechoso, y mediante él, al propio sospechoso, Darren Roy Marchand, que curiosamente sí estaba en la base de datos de ADN pero no pudieron cotejar en su día. 

Lamentablemente, aunque el caso haya sido por fin resuelto, no se ha podido hacer justicia ya que Marchand se suicidó en 1995 sin ser condenado. 

Estudio forense de las huellas dactilares

Caso Sondra Better Florida (1998)

Hoy en día, existe una base de datos con gran volumen de información en el sistema automático de identificación dactilar (SAID) y la colaboración para intercambiar datos entre países ha hecho que este sea uno de los métodos más fiables a la hora de identificar a una persona. Esto es debido a que, al igual que ocurre con el ADN, las huellas dactilares son únicas de cada individuo, incluso en gemelos homocigóticos. 

Pero el avance en la aplicación empírica de esta técnica ocurrió de forma muy lenta a lo largo del tiempo, a medida que se iban estudiando en profundidad y encontrando características diferenciables en las mismas. No fue hasta 1909 que Federico Olóriz, catedrático de anatomía patológica, introdujo un nuevo sistema de identificación dactiloscópico en España utilizado hasta 1982. Surge entonces la necesidad de dotar a la población de documentos para que puedan probar su identidad a partir de 1911, pero no es hasta finales de los años 60 cuando se comienza a implementar el proceso de automatización en la identificación por huella dactilar, proceso que continúa hasta el día de hoy. Es por ello que, incluso a finales de la década de los 90, no existiesen suficientes registros de huellas como para poder resolver casos tan fácilmente como en la actualidad.

Una mujer de 68 años aparece apuñalada en Delray Beach, Florida. Se trataba de Sondra Better. Había ADN de un sospechoso, sangre e incluso huellas dactilares en toda la escena del crimen. Como de costumbre, se introdujeron las muestras en las bases de datos, pero en 1998 no hubo ninguna coincidencia. Su marido murió sin respuestas. 

Pero en diciembre del 2019, Todd Barket envió sus huellas dactilares para la típica revisión de antecedentes que se realiza en los EEUU para entrar a trabajar en una empresa de limpieza… Y al fin, llegó la coincidencia. Además su físico encajaba con las descripciones que un testigo hizo en su día.

Además, después de cotejar también su ADN, ya no quedó ninguna duda de la autoría de Barket en el crimen. 

En este caso, aunque tarde, finalmente se pudo impartir justicia; aun así, lo que más les impresionó a investigadores y policía fue la capacidad que tuvo Barket para evadir a las autoridades durante tanto tiempo. 

Estudio forense de la sangre mediante el luminol

Caso Susana Valdivia Hernández (2001)

Hoy en día es la forma de identificación de sangre más utilizada y que más vemos en las series policíacas. En este caso, primero se aplicaría un spray sobre la superficie a investigar. Este spray contiene tres reactivos: el luminol, un compuesto básico inorgánico (como el NaOH) y peróxido de hidrógeno (comúnmente conocido como agua oxigenada). De esta forma, si hubiera sangre presente, el Fe+2 presente en la hemoglobina de la sangre reaccionaría descomponiendo el peróxido; posteriormente, el peróxido reacciona con el luminol para formar un peróxido cíclico muy inestable, que tenderá a estabilizarse transformándose en la molécula final y emitiendo la característica luz azul, que se detecta fácilmente en la oscuridad.

La gran ventaja de este ensayo es que no se contamina la muestra para un posterior análisis de ADN.

La mañana del 20 de Octubre de 2001 un ciclista descubre un cuerpo de una mujer en una zanja de la Casa de Campo (Madrid). Se trataba de Susana Valdivia Hernández, de 27 años, nacida en Móstoles. Enseguida el primer sospechoso pasó a ser Julián García Bouix, su exnovio, quien negaba rotundamente ser el culpable. 

La historia era que trabajaban juntos en una tienda de ropa a pesar de ya no ser pareja, aunque ella estaba en la búsqueda de un empleo que le permitiese salir de allí lo antes posible. 

Cuatro días después de tomarle declaración, la policía le llevó a la parte de atrás del local donde trabajaba, y anunciaron que iban a rociarlo todo con el ya comentado spray y que posteriormente apagarían las luces. 

Enseguida empezaron a aparecer manchas fluorescentes por todos los lugares, y los investigadores exclamaron: “Lo tenemos”. 

Se considera el primer “cazado” por el luminol en España.

Estudios de balística forense

Caso Henry Goddard (1835)

Ha sido recientemente, desde mediados del 2013 cuando se empezó a introducir información en las bases de datos de armas que hoy en día se utilizan en balística forense. Pero hasta entonces, la balística no se consideraba una ciencia. Es más, no se tenía en cuenta porque no se habían realizado estudios al respecto. Temas fundamentales que se conocen hoy en día como que no hay dos cañones que dejen la misma marca, dejando un conjunto de elevaciones o depresiones en el proyectil, las cuales permiten conocer el tipo y modelo de arma utilizada.

En 1835 ocurre en Londres el primer caso resuelto acreditado a la balística forense. 

Henry Goddard, un investigador forense, trataba el caso de una víctima de arma de fuego. Al extraer dicha bala del cuerpo de la víctima, observó que esta tenía una protuberancia llamativa. 

En aquella época era habitual que la gente fabricase sus propias balas con moldes con plomo fundido. Se propuso entonces encontrar el molde con el que se había fabricado la bala y de esa forma encontrar al asesino.

Se probaron varios moldes de varias casas de los diferentes sospechosos, con los que se hicieron varias balas, hasta dar con el molde exacto de la bala con la protuberancia. Además, para asegurar el veredicto, se disparó de nuevo una nueva bala con el fusil del sospechoso y se comprobó que la bala expulsada tenía la misma protuberancia y era idéntica en forma y tamaño a la encontrada en la víctima. 

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