¿Qué se me da bien? ¿Qué quiero estudiar? del colegio a la universidad

¿Qué se me da bien? ¿Qué quiero estudiar? del colegio a la universidad

Una historia personal

Una mirada a la infancia y preadolescencia

Desde pequeños oímos siempre la pregunta típica: ¿y tú, que quieres ser de mayor? Y claro, les decimos cualquier cosa que se nos ocurre en el momento o algo con lo que llevamos tiempo emperrados. Yo decía: astronauta, cantante, futbolista, patinadora…según la época. Suelen ser profesiones artísticas, bien vistas en general y bien pagadas….aunque difíciles de alcanzar para la mayoría. Que no imposibles. Pero era lo que oíamos en casa:

-Mira a pepito y Fulanito, por estar en ese programa lo bien que ganarán-. Y claro…. Todos queremos triunfar, y sobre todo, cuando somos mas pequeños, queremos agradar a todo el mundo, sobre todo a nuestros padres. Pero, ¿qué es lo que queremos en realidad? ¿y cómo descubrirlo?         

                                                                              

Según vamos creciendo, hay piezas que van encajando en nuestra mente (otras al contrario) sobre quiénes somos y cómo nos ven los demás. A menudo hay una gran diferencia en ésta época; pero le damos menos importancia. Simplemente vamos probando cosas, sin miedo a equivocarnos y sin miedo al qué dirán. Pero puede ocurrir, como me pasó a mi muchas veces, que un día pruebas algo distinto a lo que sueles tener por norma, y los que te rodean no reaccionan como tú pensabas; poco a poco vamos teniendo mas en cuenta lo que piensan los demás. Empezamos a ser conscientes de que nos encasillan en determinadas características de la personalidad que, quizás, sólo quizás…no somos.

Seguro, casi seguro, que alguna vez en el colegio o instituto algún profesor os ha dicho frases del estilo: “No te hagas el listo/a, porque no lo eres” “tu dedícate a algo mas sencillo” “contigo ni lo intento, porque no lo vas a entender”.

Mi historia en particular, ocurrió en tercero de la E.S.O. Me habían quedado todas menos 3 asignaturas (entre ellas estaba el recreo) y estaba algo agobiada, porque no sabía qué esperar de aquel año. Recuerdo haber intentado poner atención en clase, ya casi al final del año, cuando le vi las orejas al lobo; pero la plenitud de la pubertad y sus distracciones podían conmigo constantemente, recuerdo sentirme muy dispersa, me distraía con ver una nube en la ventana y me quedaba embobada a cualquier hora pensando en mi amor verdadero ideal.

A ratos era muy optimista, pensaba “me tendrán que aprobar al final, no he hecho casi ‘pellas’ y he puesto interés, no creo que me hagan repetir…” Creo que me puse en modo supervivencia para no pensar en la realidad de la situación y que me entrara ansiedad. Lo mejor era idealizar la situación, claro. Supongo que también pensaba que en ese curso con el esfuerzo valía, como hasta ahora había pasado. Nada mas lejos de la realidad. No sabía (o no quería pensar) en la que se me venía encima.

Puede que por eso me pillara tan desprevenida lo que este profesor me dijo. Sus palabras se me quedarían grabadas para siempre en la mente.

Estábamos con el profesor de matemáticas en clase unos pocos alumnos que dábamos taller de matemáticas, una optativa a la que no recuerdo porqué me apunté. Nos estaba enseñando unos aparatos/ experimentos que habían hecho otros alumnos, y nos iba preguntando uno por uno que qué tal nos había ido el curso y que si ya sabíamos qué estudiar en el futuro.

Cuando llegó mi turno, todos de repente se quedaron en silencio y me puse de los nervios. Intenté no pensar en el hecho de que iban a escuchar con detenimiento cada palabra que dijera, y solté:

-Mmm, pues…. no lo sé todavía, pero creo que será algo de ciencias, por que me gustan las explicaciones…

-¿Cómo? ¿ciencias tú? -interrumpió. No creo que estés preparada para dedicarte a nada de ciencias….-dijo en tono jocoso. Prácticamente se estaba riendo de mí. –mejor busca otra área. No creo que la ciencia sea para ti-

Recuerdo quedarme en shock. Pensé muchas cosas en ese momento. Por un lado, desperté de mi letargo preadolescente que me tenía en mi mundo de “todo está bien” pero, por otro, estaba dolida. ¿Tenía razón ese profesor? Yo pensé que sí, para eso era profesor y me lo había dicho…para ayudarme a ver las cosas como eran…¿verdad?

Hasta mucho tiempo después llegué a pensar que ese profesor tenía razón y que sabía cómo era yo y que como había visto durante el curso lo que yo era capaz o no de hacer, pues ya estaba, no había nada que hacer. No podría estudiar nada de ciencia, porque nunca sería lo suficientemente buena para ello.

Tenía 13 años.

Si quieres seguir leyendo…

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